«La confianza está íntimamente ligada a la adecuación entre nuestras percepciones y la realidad»
Matthieu Ricard
El invierno se mantiene y parece que con fuerza.
La quietud que nos regala es, en realidad, algo muy valioso.
Aunque anhelemos la preciosa primavera, ésta solo puede florecer desde el nutrir invernal.
Entrar en la oscuridad, permitir aquietar aquello que por inercia nunca pararía.
En realidad, el hecho de desconectar(nos) de los ritmos vitales genera un gran vacío.
«La Pausa» es una opción; aunque a veces se presenta inevitable.
Enfermamos, lloramos, perdemos, nos enredamos en extraños conflictos.
La pausa es el permiso para retomar el camino.
Con cada paso firme, doscientos temblorosos; y así retomamos, paso a paso, de nuevo el camino.
La auténtica confianza renace de las hojas muertas; de lo podrido, de lo incómodo, de lo que cuesta reconocer.
Si no observo aquello que se esconde, en realidad me pierdo.
La sombra, si no la acoges, siempre te acompaña desde el miedo.
La abrazo, con miedo, aprendo así, a vivir desde el amor y la ternura.
Comprender desde las entrañas, confiar para trascender.
¿Cómo es ésta realidad si confío?
Amar al prójimo es lo que da sentido.
Primero, parar y aprender a cuidar(me), en (y con) todos los sentidos.
No se mal interprete, es amor, no narcisismo. La línea puede ser fina en mi opinión, pero solo se vuelve gruesa cuando el interés para amarte y cuidarte tiene como objetivo al otro.
Somos seres sensibles hambrientos de amor
Cuando vivimos desde la carencia la realidad se percibe hostil.
Cuando ofrecemos generamos apertura y la realidad tiene suficiente espacio para mostrarse sin filtros
Durante la práctica permitir este espacio de pausa para desarrollar la confianza en el sendero. Transitar para poner al servicio
En ello estamos
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